El ritmo de la vida

Nervioso y con el pelo desaliñado, sin haberle dado mucha importancia a que los rizos fuesen al contrario que de lo normal y sin haber mirado bien al espejo, se acercaba lentamente pero con rapidez a lo que de verdad le hizo revivir.
Sin apenas parpadear, habían pasado cuatro años. En esos cuatro años, es como si se hubiese levantado de un salto de su cama, hubiese desayunado de un trago un zumo y hubiese salido por la puerta hacia su instituto.
Cuatro años...vaya, se dice rápido, cu-a-tro. Sí, a veces él también se lo repetía. Se lo repetía en alto, en su cabeza y gritando. Se lo repetía cuando algo nuevo venía y no se lo esperaba.
Imagínate, tú, sí, tú, el que me lee ahí tumbado tranquilamente. Imagínate que eres un chaval de...yo qué sé, ¿17 años? nada, ni si quiera cumples la mayoría de edad; estas perdido, porque estas en esa edad...que a veces dicen eso de "la depresión de los 30" y eso porque no se acuerdan que a la edad de este chaval, muchos y muchas también entran en un bucle del que no saben salir: que si a qué me voy a dedicar, que si no se ni qué soy como voy a saber lo que quiero, que si no me se apreciar cómo voy a gustarle a alguien... Y todas esas cuestiones que le rodean a un adolescente a punto de entrar en una vida de adultos.
¿Sabes? a veces me da por pensar que a este chaval le ha pasado como a muchas otras personas, que nos han impuesto algo que debemos responder ya, ni que estuviésemos en un programa de preguntas y fuésemos a ganar miles de euros. Ojalá, pero aquí, en la vida real, nos lo trabajamos, o al menos es así como nos lo han prometido. Pero ya te aseguro yo que esto es todo una mentira para que les hagamos felices, créeme.
Bueno, pues intenta meterte en el cuerpo de este chico. Sentado sobre su cama, una cama tan vieja que se hunde con tan solo mirarla, pero es acogedora y te invita a tirarte tardes de lluvia ahí metido mientras ves una peli. A penas entra luz en tu cuarto, pero aun así te deslumbra. ¿Irónico verdad? para él no. Sientes que alguien aprieta tu pecho y te cuesta respirar.
Cada día subes y bajas, te sientas y te levantas, hablas con la misma gente, haces lo que te gusta y nadie sabe verlo, es invisible, pero tu no, tu sigues existiendo.
Un día, la luz que entra por la ventana de tu cuarto en menos agresiva, pero más fuerte. Te dedicas a pintar las paredes de tu cuarto con los colores más vibrantes que te puedes imaginar. Se empieza a respirar amor y, sobretodo, pasión.
Compartes.
Creas.
Ves.
Admiras.
Te caes.
Vuelves a crear.
Aprendes.
Sobretodo aprendes.
Esto se hace en bucle. El ciclo de la creación, que te envuelve y atrapa a la gente que le gusta estar rodeada de cosas buenas.

Ese chico crece, pasan dos años y ya puede decir que la luz que entra a su cuarto ya no daña y solo despierta nuevas inquietudes. Entonces, ese chico usa la luz para aferrarse a ella y cumplir lo que se propone, bueno, se propuso hace más de cuatro años ¿no? puede ser. Igual creció sin saber que en el fondo, todo esto, es lo que quería y ahora que lo tiene en sus manos piensa que le viene grande. ¿Por qué? No lo sé, es un chico que le gusta hacer lo de siempre, lo sencillo es lo que más le llena e inspira.
Es impulsivo, mágico, creador, carismático, es un refugio para los que más le quieren, es protector, es el movimiento que necesitan las almas tranquilas, es paz y armonía al mismo tiempo, es luz y es persona.
Somos casi 8.000 millones de personas en el mundo y eso significa que hay casi 8.000 millones de sueños y metas. A ti, chaval que esta sentado en su cama, te han brindado la oportunidad de cumplir el tuyo y lo puedes hacer a toda costa.
Sigue rompiendo barreras y demostrando al mundo que todas las personas pueden lograrlo.
El resto estaremos orgullosos viéndote cumplirlo.

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