El ritmo de la vida
Nervioso y con el pelo desaliñado, sin haberle dado mucha importancia a que los rizos fuesen al contrario que de lo normal y sin haber mirado bien al espejo, se acercaba lentamente pero con rapidez a lo que de verdad le hizo revivir. Sin apenas parpadear, habían pasado cuatro años. En esos cuatro años, es como si se hubiese levantado de un salto de su cama, hubiese desayunado de un trago un zumo y hubiese salido por la puerta hacia su instituto. Cuatro años...vaya, se dice rápido, cu-a-tro. Sí, a veces él también se lo repetía. Se lo repetía en alto, en su cabeza y gritando. Se lo repetía cuando algo nuevo venía y no se lo esperaba. Imagínate, tú, sí, tú, el que me lee ahí tumbado tranquilamente. Imagínate que eres un chaval de...yo qué sé, ¿17 años? nada, ni si quiera cumples la mayoría de edad; estas perdido, porque estas en esa edad...que a veces dicen eso de "la depresión de los 30" y eso porque no se acuerdan que a la edad de este chaval, muchos y muchas también entra...